En Serú Girán había otro mensaje. Claramente, eran los ídolos del momento”, afirmó Mariano Del Mazo, autor del libro Entre lujurias y represión. Serú Girán, la banda que lo cambió todo.

En diálogo con la agencia Télam, el también periodista sostuvo que el grupo que integraron Charly García, Pedro Aznar, Oscar Moro y David Lebón “era valorado como una caja de resonancia de cosas que pasaban porque era un grupo que decía cosas”.

Publicado el último noviembre por Sudamericana, Entre lujurias recorre la historia de Serú, desde sus inicios (1978) hasta la separación (1982).

En sus páginas, ofrece numerosos argumentos de por qué –y con sólo cuatro discos en cuatro años– fue “la banda que lo cambió todo.”

Para ello, Del Mazo recupera un archivo de entrevistas propias a los integrantes del cuarteto a lo largo del tiempo como así también el archivo periodístico de la época; todo puesto en contexto.

Desde la anécdota casi íntima y la guerra de egos hasta los estándares de profesionalización inéditos entonces para el rock argentino, el libro culmina con la gira regreso de 1992, la misma que trajo a Serú al estadio de  Rosario Central y dejó a un grupo de periodistas varados en una disco a la espera de una conferencia de prensa.

“El que enterró a la banda con el cadáver todavía caliente fue el propio Charly, con tres o cuatro discos solistas brillantes. Él fue el que dejó a Serú en el lugar de un elefante antiguo, totalmente anacrónico, en 1983. Incluso, Serú fue reivindicado hace poco porque había quedado a contramano del nuevo rock. Fue nuestro Pink Floyd. Los pibes jóvenes que escuchaban nuevo rock detestaban a Serú”, dijo del Mazo en la entrevista.

El también autor de Sandro. El fuego eterno destacó que, entre los cambios que propuso la banda en su tiempo fue la de romper con “una suerte de ortodoxia anquilosada que tenía el rockero, que ser inteligente era estar sentado. Serú cambió eso también.”

Al ser consultado sobre la mayor dificultad que le supuso el libro, De Mazo señaló el regreso del cuarteto.

“Fue muy intrincado porque había una trama comercial muy compleja. Fue muy delicado. Además, es la parte que más me pesó porque no me interesa mucho el periodismo de investigación extramusical. Yo estaba tan apasionado con la primera parte de la historia que no sabía si valía la pena esta parte. Pero hubo gente, como Gustavo Gauvry, que me hizo entender que eso también era parte de la historia de Serú”, dijo, sobre la vuelta en 1992 a la que definió como “una coda innecesaria”.

Y continuó: “En el '78, Serú quería incorporar a gente no rockera. Serú quería perforar el ghetto rockero pero en el '92 ya estaba fuera el rock. El pibe de 15 años no escuchaba Serú, era cosa de grandes. Cuando vuelve, ya no pertenece al rock, sino a la industria del entretenimiento. Había cosas que sintonizaban mejor con su tiempo”.