Empezó a los 16, tiene más 60 años de trayectoria, supera la treintena de obras escritas y otras tantas dirigidas. Más de 15 giras internacionales porque sus obras se presentaron desde Ushuaia hasta el norte de los Estados Unidos. A los 82 años, Néstor Zapata sigue haciendo lo que siempre quiso hacer: escribir y dirigir teatro.

“Siento que respiro mientras escribo, imagino y sueño personajes", afirma.

Su última obra es Blanca en Alfonsina, que se presenta los sábados de octubre y noviembre en la Sala Arteón (Sarmiento 778 PA). La pieza cuenta con las actuaciones de Adriana Frodella, Bárbara Zapata, Matías Tamburri (también en la música original), Santiago Pereiro y Fernando Galassi. El vestuario y la caracterización son de Ramiro Sorrequieta.

—¿Cómo surgió la idea de esta nueva obra?
Blanca en Alfonsina es un proyecto que, como dramaturgo, tiene muchos años en mí, mucho tiempo, viene gestándose desde un antiguo monólogo que yo escribí para La cocina de los dramaturgos, que interpretaba Sara Lindberg, mi compañera de toda la vida. A partir de eso me quedo dando vuelta la historia de ese monólogo, donde ella hablaba con su hijo que se había ido a España con la miseria del año 2001, el corralito y demás. Entonces, me quedó dando vuelta, y vueltas y vueltas, y fueron apareciendo los personajes que venían como reclamando los distintos lugares que habían tenido en ese monólogo cuando fueron mencionados, pero no estaban actuando como actores. Entonces, se fue armando una obra, de a poco, dentro de mí, que tenía un poco de esa historia, pero que se iba desarrollando con una aparición mágica, esta aparición mágica es Alfonsina, Alfonsina Storni.

“¿Por qué? –continúa zapata–. Porque en el tiempo aparece Alfonsina y de alguna manera ella requería también su lugar en esta nueva puesta. Por eso el nombre del personaje original, que es una mujer muy humilde de barrio, y Alfonsina y su encuentro. Todas las consecuencias que tiene ese encuentro durante la obra, y fueron naciendo en mi de una manera que requerían su lugar y como yo digo me fueron diciendo lo que había que mostrar, lo que había que decir y lo que había que hacer, yo simplemente lo escribí y después hice la puesta.

—¿Qué cuenta la historia de la obra?
—Es la historia de una humilde costurera de barrio, esas que existían hasta hace unos años, arreglando ropa, cociendo, remendado pantalones, ampliando las camisas y demás. Una costurera de barrio que ha quedado sola por circunstancias de la vida y por estas consecuencias del corralito en nuestro país (su hijo emigró a España por trabajo). Tiene la ambición, el sueño de que la acompañe “la poesía”, quiere escribir. Ella mira a Alfonsina Storni le parece bárbara su poesía y demás, hasta que un día Alfonsina, mágicamente, se le aparece en la casa, y establecen una amistad, una relación. En la obra aparecen personajes que secundaron a Alfonsina, como Horacio Quiroga, uno de sus amores. Hay un paralelismo entre estas dos madres solteras que las une en una realización poética. Más que una obra dramática, he hecho una obra dramático poética.

—¿Cuál es el punto de encuentro entre los personajes de Blanca y Alfonsina?
—Tienen en común cosas que fui descubriendo que me parecían maravillosas. Por empezar y antes que nada, la poesía. Una escribe, la otra no, pero tienen ese mismo fuego. Las dos han criado a sus hijos como madres solteras y además sin conocer, sin confesar muy claramente quiénes son sus padres. Además, la reivindicación de la mujer: Alfonsina fue una luchadora, una pionera en los derechos de la mujer. Y Blanca es una luchadora de la dignidad, ella lucha por la dignidad de su hijo, de su familia y de su propia vida, y se revela además contra aquellos que consideran que ser una poeta o escribir es una estupidez. Más allá de que la historia se desarrolla en un punto geográfico que es Argentina, no deja de atravesar temáticas universales.

—¿Cuán personal es esta obra?
—Yo, a esta edad, quiero hablar un poco más de mí en vez de ir a esos cantos maravillosos que pudimos hacer como con Malvinas (canto al Sentimiento de un Pueblo), La Forestal, Bienvenido León de Francia, Túpac punta y quebranto; esos cantos que yo he dado siempre para el hombre para América y para su lucha, y esta es una cosa más íntima. Los sentimientos, las necesidades, las confesiones, los secretos, las luchas, los sueños, nos pertenecen a todos, que yo se los haya puesto a estos personajes no quiere decir que sean solamente de ellos o míos, son de todos los seres humanos, de todos los que de alguna manera compartimos esta experiencia que es la vida, así lo siento yo.

—¿Qué es lo que te motiva a seguir escribiendo y dirigiendo?
—En esta larga vida mía, que Dios me ha dado como ser humano, siempre hice lo que quise. Nunca fui obligado demasiado a hacer cosas que no quise, a veces para sustentarme, pero siempre hice lo que quise: filmar y hacer teatro. Lo que me motiva es que el día que yo deje de hacer esto será el día que ya no éste más en este mundo. El día que lo deje de hacer no existo más. Para mi trabajar es un placer: siento que respiro mientras trabajo, mientras escribo, imagino y sueño personajes, y me enamoro de ellos.