En una semana se pusieron a la venta las entradas, se organizaron las bandas pertenecientes al Movimiento de Unión Groove (MUG), una cooperativa de trabajo formada en 2019 que nuclea a músicos, técnicos y activistas culturales y se organizó todo lo que significa poner en marcha un show en un espacio tan amplio como es el Anfiteatro Municipal y en el contexto pandémico actual. La fecha estuvo gestionada por Agua de Río Producciones, quienes a contrarreloj hicieron posible el evento que vale la pena aclararlo, hizo bailar sentadas a 1.300 personas.

En la invitación que lanzaron desde el MUG en las redes sociales convocaban con anticipadas a "precio mega amiguero desde $300". También se podía leer una oración importante: "Maltratada pero never derrotada, queremos mostrar como vibra la escena rosarina".

Contenido cultural independiente y autogestivo

Durante décadas se dijo y continúa diciendo que Rosario es una "ciudad cultural" con talentosos artistas, bares con shows en vivo y espacios públicos para manifestar todo tipo de arte. Sin ir más lejos, desde la Municipalidad dan cuenta con mucho entusiasmo en una de sus publicidades televisivas que los recitales en vivo volvieron "cuidados y al aire libre con arte, respeto y mucha pasión". Cosa cierta para el ámbito privado pero muy irreal o lejano cuando se trata de músicos o producciones independientes. Detrás de los eventos en los que tocan los artistas locales hay falencias graves y urgentes, tanto así que quienes pertenecen a la escena cultural local se vieron obligados a autoconvarse y declarar en el mes de junio la emergencia de la cultura local.

La realidad pandémica complicó a todos los sectores y de eso no quedan dudas, pero específicamente el sector cultural continúa en la lucha por sobrevivir: en Rosario había más de 70 espacios que se dedicaban a fomentar actividades artísticas, desde clases de baile, canto, teatro a buffets y escenarios dispuestos a ser ocupados por bandas de la ciudad. Pero hoy la realidad es muy distinta. Al no estar habilitados durante tanto tiempo, 10 de ellos debieron bajar las persianas: La Bartolina, Le Bal, Bracco, Quilombo 27, Club 1518 y Combo Club son víctimas de la pandemia y también de los constantes requisitos nacionales, provinciales y municipales para existir.

A estos espacios se suman aquellos que no soportaron la crisis económica que viene enfrentando el país en los últimos años: El Olimpo, El Espiral, La Chamuyera, La Isla, Nómade, Bienvenida Casandra y otros tantos más. 

Frente a este panorama, todos los eslabones que construyen al arte comenzaron a reinventarse para resistir y unirse unos con otros para dar a conocer la triste situación que están viviendo: espacios cerrados pero impuestos que no perdonan deudas, créditos a futuro y algo que va más allá de lo económico. El sentido de pertenencia que deriva del arte, por ejemplo en los centros culturales barriales donde cientos de jóvenes acuden para transformar el dolor de sus realidades en poesías, hip hop o cumbia.



O aquellos ubicados en pleno Pichincha, dónde más de uno formó su grupo de amigos o encontró algún amor. Otro dato no menor es que detrás del show hay personas que viven de los ingresos que dejan esas funciones. Desde quien se sube a escena hasta quien baja el telón, todos tuvieron en pausa sus sueldos informales y a destiempo, todos se encontraron dentro de la misma realidad: una emergencia que desespera.

Esto implica a los artistas trabajar para producciones privadas que en varias ocasiones los explotan: llevan sus herramientas de trabajo exponiéndolas a posibles riesgos, cobran entradas altísimas de las cuales solo un porcentaje mínimo es para los artistas y trabajan largas horas sin derechos o ley que los proteja. 

Organizados y arriesgados

A medida que el asilamiento se descontractura, gimnasios, shopping y bares retomaron sus actividades. La Municipalidad dio lugar a los espectáculos pero la inmensa lista de artistas locales queda al margen.

Por todo esto el sector que lleva adelante las movidas culturales de Rosario repite una vez más que la emergencia cultural sigue estando. Ver las puertas abiertas de determinados centros no significa que lo peor haya pasado, por el contrario, lo peor va a comenzar en unos meses cuando lleguen las cuotas de los créditos pedidos para permanecer en pie o cuando los últimos vencimientos de la reprogramación de pagos de alguna boleta de luz o gas se venza de nuevo.