A mediados del siglo XX, la cumbia colombiana tomó vuelo continental con un proceso de expansión por toda Latinoamérica. El ingreso a la Argentina se dio por Buenos Aires, pero al llegar al Litoral, la estetización porteña se encontró con el “calor” y la inmigración de la región.
Con el fin de responder a las preguntas en torno a las particularidades del encuentro entre la cumbia y esa imbricación de identidades, la investigadora Bárbara Pistoia escribió Ay, amor! Un ensayo sobre la cumbia santafesina (Gourmet Musical Ediciones).
“La cumbia nació en Colombia, en las comunidades afro. Luego, siguió en el intercambio con las comunidades indígenas como una manera de comunicarse, como una instancia liberadora”, indicó Pistoia en diálogo con Dos horas pico (Radio2).
El santafesino tomó lo que tenía a mano, que era el acordeón del abuelo, cruzado por la inmigración, y en ese movimiento se fundó algo”
Y continuó: “Nace de la esclavitud, de la imposibilidad de hablarse entre esclavos, y acá nos llegó con collares de flores y panderetas”.
Sin embargo, a la par del ingreso por Buenos Aires, “en un formato muy tropicalizado y caricaturizado por la camisa floreada”, el sonido de Los Wawancó remontó el Paraná para dar cuerpo a otra sonoridad en el Litoral.
“El santafesino tomó lo que tenía a mano, que era el acordeón del abuelo, cruzado por la inmigración, y en ese movimiento se fundó algo”, indicó la también autora de Todo Diego es político (Síncopa Editora, 2020) y Por qué escuchamos a Tupac Shakur (Gourmet).
Además del acordeón, Pistoia apuntó otro elemento característico de la cumbia santafesina: “El punteo de la guitarra eléctrica". A este, la autora le sumó "un tono entre romántico y erótico” que, si bien "remite a cierta globalización de la balada”, ofrece un "tercer elemento" identitario.
Por último, respecto de la estigmatización de la cumbia como “grasa”, Pistoia indicó que responde a cierta “racialización” y a una mirada clasista respecto de las músicas populares”.
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