Sabatino "Cacho" Palma es autor, director, actor, pedagogo teatral, médico psiquiatra y psicoanalista y cuenta más de 40 obras de su autoría, estrenadas y realizadas desde 1980 hasta 2023. Esta nueva obra a la que llamó "22 de agosto", de carácter introspectiva, surge a partir de momentos claves en la vida del autor y tienen un denominador común. Tres 22 de agosto diferentes componen un juego de asociaciones, en el cual lo político, lo poético, lo teatral y lo autobiográfico, se integran.

22 de agosto comienza en el preciso momento en que el teatro se vuelve a cerrar, y el actor, insiste en hacer la obra una vez más, una pasada, una vuelta más.

Luego de una gira por España, la obra vuelve a formar parte de la cartelera local los domingos de abril, a las 20, en el Teatro del Rayo de Salta al 2900. Su autor y protagonista dio detalles a Rosario3 antes de las presentaciones

-¿Cómo surgió la idea de la obra?

-Fue una cuestión acuciante que empezó a surgir sobre el fin de la pandemia, el aislamiento y sobre todo el sufrimiento de la cultura y la falta de encuentro me empezó a hacer soñar con un espectáculo que retomara algo del viejo rito del actor, el actor en una comunión con la platea y brindando algo muy propio, muy personal, casi como un regalo personal. No sabía bien cuál era el tema, pero si ya tenía la poética en la cabeza, que es un poco la poética que yo aprendí con dos grandes maestros como Norman Briski y Eduardo "Tato" Pavlosky, que en su momento han hecho esto de hacer un oficio hay un ritual ante el público.

Fueron apareciendo fechas hasta que se me armo ese 22 de agosto, que es un día emblemático, soy bastante cabalístico con los números, y me iba encontrando con que 22 se repetía. El primer pensamiento fue hacia donde empezó mi compromiso inclaudicable con la vida, con el futuro, con el deseo, y fue a mis 14 años en la Dante Alighieri aquí en Rosario, una mañana del 22 de agosto de 1972 donde decidimos entre todos los estudiantes ahí en ese patio con mucho frío protestar por lo que pensamos que era una masacre absolutamente injusta e ilegítima. Ahí aparece ese primer ícono que se llama “Masacre de Trelew” y sabia también que había algo de mi historia que fue mi paso por la psiquiatría, por la medicina, donde quería contar que me había pasado en mi primer encuentro siendo yo muy joven. te estoy hablando de 24, 25 años. con la locura, con los locos internados, con los locos asilados. Ahí apareció el recuerdo de un taller literario, de un paciente César, memorable, al que le dedico gran parte de la obra, que un día mete entre sus papeles, entre sus poemas, como si fuera propio un poema de Cesar Vallejo, nada más y nada menos que del poeta más grande de América, el más humano.

Entonces ahí se me arma otra historia más, aparece Cesar Vallejo, aparece la poesía, un amor inclaudicable por la poesía, no podría hacer teatro sin las tres poesías: la poseía de texto, la poesía del espacio y la poética del actor que implica un compromiso orgánico, corporal, fuerte, es decir lo que llamamos actuación orgánica. Entonces bueno, estaba Vallejo, estaba el loco, estaba Trelew, y de golpe digo: “pero a ver…cuando empieza esta historia en el teatro” y yo debuto profesionalmente – y no me baje más de esa carrera- el 22 de agosto, también, de 1980 con una obra emblemática que se llamó “Como te explico”, que hizo más de 300 funciones en Rosario. Estamos hablando de treinta mil espectadores en 1980, en plena dictadura, donde el teatro no tenía subsidios, no había teatros estatales como hay ahora, y metíamos ahí en calle Laprida primero y luego en la Fundación Astengo, llenábamos función por función. Entonces entre todo eso armé un andamiaje poético sensible en un acto de comunicación, donde cuento mi historia, pero cuento nuestra historia, ese es el cruce que busco, no es un biodrama, no, es un acto biopolítico.

-¿Cómo fue trasladar esos textos a una puesta en escena?

-Eso fue tremendo, porque el texto cuando lo termino de escribir, en noviembre del 2022, tenía 160 páginas, era un testamento, era imposible, entonces me empiezo a reunir con amigos, unos me dicen que estoy totalmente loco pero que siga, otros me dicen que va a ser imposible de digerir. A partir de enero del 2023, o sea hace más de un año, empiezo a ensayar, y empiezo a ensayar invitando gente a ver qué pasaba. Y el teatro solo me fue llevando, es decir la necesidad del actor puesto en escena vibrando, sintiendo, encontrando, hizo que la obra sola se fuera armando, se fuese haciendo una segunda escritura entre el actor y luego aparece el director. En marzo, aparece un director de actor, que es Alejandro Casavalle, pero hay diez grandes que participan en la obra directamente, entre ellos Néstor Zapata por ejemplo, que prácticamente puntúa, subraya, lo que vale escénicamente, porque una cosa es discurso literario y otra el discurso escénico. Entonces el discurso escénico se preparó intensamente entre enero y mayo y a fin de mayo la estrené en el Arteón el año pasado, y desde ahí no pare más. Es más, el primer fin de semana que voy a tener descanso es este, que por Pascuas no hacemos función. En casi un año no paré.

-Lautaro, tu hijo, es quien te acompaña en escena. ¿Cómo tomaste esa decisión?

-Tampoco lo sabía, a medida que va avanzando la obra aparece el mito que transita toda la obra que es un actor que se queda sin sala, un viejo actor que quiere seguir haciendo su obra y un técnico, un soñador, alguien joven, que lo acompaña. No sabía quién lo iba a hacer, estaba probando, buscando, y de golpe me di cuenta que necesitaba alguien que pudiera manejar la consola del sonido y de luces, proyectar, y que se anime a improvisar, a entrar y salir en escena, desarmándola y a dialogar con el actor y a dialogar con la actualidad, y traer el futbol, y traer lo que pasa hoy. Lautaro tenia meses y me acompañaba en las giras y en los ensayos, tiene 25 años ahora, pero hace desde los 14 que hace teatro sin parar. Es profesor de teatro, vive de eso, y le digo “bueno si te animas hacemos la prueba”, nunca habíamos trabajado juntos, y no sé si lo vamos a volver a hacer, pero esto funciona, funciona en la transmisión, funciona porque entonces logra ser el puente en 40 años. Yo le llevo 41 años a Lautaro y ese puente se transmite en la obra, incluso te digo, fue lo que más conmovió al público español, venimos de allá. La ceremonia que se va armando con Lautaro, que a medida que lo invito empieza a ensayar y empieza a robar espacios, a ganar espacio en la obra, de hecho, el final de la obra lo hace él, el actor ya se va vencido de alguna manera y él retoma la antorcha y lanza al futuro. Eso es lo que conmueve tanto de la obra.

-¿Cómo fue el paso de la obra por España?

Hicimos realmente una aventura maravillosa porque en diez días hicimos siete funciones en Madrid, Barcelona, Vigo y Granada. Después como nos fue muy bien en Madrid nos invitaron otra vez a una función especial auspiciada por la Embajada Argentina en el Colegio Mayor Argentino en la Moncloa. Esa función fue un cierre final con doscientas personas, el auditorio completo, un debate y una charla. La verdad que nos trataron maravillosamente bien, y sabiendo que el ochenta por ciento del público no era latinoamericano, no era argentino, teníamos dudas, pero realmente la obra llega porque tiene un mensaje universal, que tiene que ver con la libertad, que tiene que ver con la libertad articulada, no con la libertad monstruosa que hoy nos proponen, la libertad articulada a la solidaridad, al compromiso, a lo sensible, y sobre todo a lo humano. Es una obra que sería un canto a la humanidad, por eso Vallejo es tan importante, y de hecho Vallejo es una especie de prócer en España, porque hay un momento donde el actor pregunta: “che y usted que piensan o quien es Vallejo acá me preguntan…” y los españoles decían “pues sí, pues sí, pues claro sabemos de Vallejos sí sí si”.