A 35 años del 10 de diciembre de 1983, día en que Raúl Alfonsín asumió la presidencia de la Nación, tras la dictadura militar, su nieta, Rocío Alconada Alfonsín, lo recordó como político y dirigente y también como abuelo. Reveló algunas apreciaciones propias en relación al momento histórico que como familia estaban protagonizando y también compartió algunas características de este hombre, que hoy es reconocido por su honestidad y capacidad de conciliación.

En contacto con el periodista Roberto Caferra (Radiópolis, Radio 2), Alconada Alfonsín, quien ayer participó de un homenaje que se efectuó a su abuelo en el aula magna de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) en el marco de la conmemoración de los 35 años de la recuperación de la democracia, recordó que ese 10 de diciembre que cambió la historia del país, ella tenía sólo 11 años. Ese día comenzaba la reconstrucción de la Argentina oprimida y saqueada por los militares y era Alfonsín quien encabezaba la transformación.

Ese papel que debía cumplir “no se vivía ni por él ni por la familia como algo bueno o lindo. La sensación, en cambio, era de gran responsabilidad, de algo fuerte, trabajoso y dificultoso”, admitió la mujer que en el presente tiene 46 años. “Él también lo vivió así, era plancentero y estaba contento porque había llegado al lugar que quería para transformar la realidad pero se vivía así. Sobre todo mi abuela, lo vivió con mayor dificultad, sufría mucho con los daños colaterales que tiene la política”, remarcó.

Consultada sobre la austeridad, un rasgo sobresaliente que marcó para la posteridad a Raúl Alfonsín, observó: “Nunca la consideró y yo tampoco, como algo para destacar, porque es la base mínima que tiene que tener cualquier funcionario. Después habrá que discutir si es idóneo pero lo otro es algo mínimo e indispensable”. A continuación, agregó: “No creo que se haya sentido orgulloso por eso, sino que lo vivía como algo básico. Él no creía que la gente robara, esa era su percepción, no lo podía concebir pero él hizo mucho más que no robar”.

Para su nieta, el acierto del también abogado, fue otro: “Supo encontrar la síntesis de los argentinos en un momento en que Argentina estaba muy confusa, después de años de desencuentros”, subrayó.

Entre otras bondades, “nunca cambió su discurso”, apuntó y añadió su capacidad de adelantarse, de mirar el porvenir: “En los últimos años estaba terriblemente preocupado por la grieta, por eso decía que se tocara el himno en los actos porque estaba obsesionado con esto de la bronca entre argentinos, la veía venir, y sabía que esto de que estemos enojados unos con otro sería cada vez peor”, reveló.

Si era un adelantado, también supo ser un “cabeza dura”, consideró Rocío entre risas. “Hasta que él no la veía, no pasaba”, anotó y además, contó que siempre la sorprendió que “no sentía culpa de lo que te hacía hacer”, más allá de que fuera un pedido excesivo o fuera de lugar. Sin embargo, para su nieta pesaron siempre mucho más sus virtudes, que resumió así: “Mi abuelo era de una grandeza humana que no es habitual”, terminó.