Y se murió Mujica, el "Pepe". Aquel simpático personaje que una buena parte de la Argentina blanca, republicana y coso... había adoptado en el final, como una especie del amigo zurdo que tengo en la repisa del living para demostrarles a todos que yo también puedo y quiero a esas personas. Algo así como el "tengo un amigo judío o puto" de otros tiempos que desdichadamente parecen volver.
Pero Mujica siempre fue otra cosa, incluso, el edulcorado presidente que tuvo Uruguay. Mujica fue un militante revolucionario. Tomó partido por la lucha armada y puso el cuerpo (el suyo) por el sueño de un mundo mejor, solidario, empático, socialista.
Mujica no fue ese vasco veterano utópico que el capitalismo nos quiere todavía hoy vender como souvenir de algo que ya no será, y que entonces maquillaron y disfrazaron de pintoresco e inofensivo. Y como tal fue exhibido por los medios de derecha de la Argentina.
Mujica no fue inofensivo y sé que sabés de qué estoy hablando, de los caminos que tomo para reseñar a un personaje imprescindible de la política continental: Mujica fue Tupamaros. Puso el alma por el sueño de la revolución y se comió la ignominia de las balas y la cárcel casi-clandestina, que lo usó como rehén. Noche oscura que duró 12 años y que, a diferencia de su enemigo, lo hizo mejor. Mejor persona, mejor cuadro político, mejor militante, mejor ciudadano, mejor presidente.
Infinitas anécdotas rodearon su aureola de hombrecito tocado como los distintos. Todos los que resaltan su pobreza o austeridad pretenden, con este superfluo (por no decir estúpido) elogio, desestimar su verdadera profundidad. El valor de Mujica no estuvo en su viejo y desvencijado auto. Eso fue color, frivolidad a la inversa. Ramplonerías que pretendieron llevarlo al terreno de la caricatura.
Posiblemente, muchas de las banderas que alzó Mujica no generan la misma simpatía. Y es esa, su mejor parte. La parte del león. Y aquí lo pongo en presente. El hombre que hasta el último de sus días soñó con el hombre nuevo y socialista. Defensor de la patria grande contra el imperio brutal. Y mal que pese a muchos, incluyó a los conceptos bolivarianos (fue gran amigo de Hugo Chávez) y defensor de la revolución cubana. Mujica fue un referente de izquierdas. Con errores y virtudes. Un militante de la política como herramienta para cambiar este mundo que nos oprime.
También fue el hombre que no pudo hacer todo lo que pretendía en su estadía como presidente. El número 40 que tuvo el paisito. De contradicciones también vive el hombre. Para comprenderlas, antes hay que leer la letra chica de las contraindicaciones que genera el poder cuando supuestamente se lo tiene. Mujica fue, es y será muchas cosas, en la balanza prevalece ampliamente lo positivo, pero Mujica no es un souvenir para colgar en la pared de la tibieza edulcorada que se pretende neutral, y que siempre juega para el poder imperante. Ese señor, el de la lucha y los sueños en el barro se fue hoy.
Mientras su andar nos reconcilia con el compromiso, con la solidaridad como punto de partida y de llegada, y por aquello de viajar por ir como debe ser siempre la gestión social. Mujica no es el único (aunque muchos mercaderes nos quieran convencer de que sí) que nos ayudó a pensar que el exceso de pasión no tiene por qué llevarnos al terreno del odio.
Sin embargo, su legado no se condice con el deseo de muchos que pretenden venderlo como una especie de viejito Vizcacha bueno. De abuelito “personajón” contador de historias plagadas de fábulas con moralejas de enseñanzas. No señores. Cada tiempo con su real contexto. Mujica fue un luchador social, un militante revolucionario, un guerrillero. Un hombre que empuñó su arma por el sueño de un mundo distinto. De igualdad y equidad. De dignidad y soberanía. Sin contexto es imposible comprender al militante que caminó en el medio de la tragedia que terminó siendo América en los setenta. Uno de los tantos derrotados por un sistema que no gana, que directamente aplasta. Y que necesita de millones de nadies para que unos pocos tengan mucho.
En ese duro mundo de desigualdades absolutas transitó Mujica. Por ese campo minado de “plan cóndor” y “doctrinas de seguridad nacional” caminó el “Pepe”. Sin bajar las banderas, sin entregarse. Y que hoy, a la vuelta de todo, se va pronunciando una frase que es mucho más que una florida retórica minimalista: "Triunfar en la vida no es ganar, sino levantarse cada vez que uno cae".
Posiblemente, el Mujica del barro, el caído, sea el más lúcido y el más incómodo para el sistema imperante que insisto; pretendió venderlo siempre como un nonito sabio, pobre y algo díscolo o "rebeldón". El souvenir de una izquierda colorida y simpática, por lo “supuestamente” herbívora. El hombre fue siempre otra cosa.
Ese “Pepe” Mujica quedará en la gran historia de los pueblos y sus luchas de resistencias. Porque esto es todavía hoy una resistencia. Ese Mujica ya está en el parnaso de los tiempos. Ese militante, el que supuestamente se fue hoy, y que ya es eterno. Descanse en paz, José Alberto Mujica Cordano. Y gracias.