“Nada se rompe porque sí”. Así cierra uno de los poemas de Daiana Travesani, la “chica del botellazo”, a quien una noche de octubre de 2016 le rompieron la cabeza desde un balcón. Ella abajo, en la vereda, a punto de terminar un cigarrillo. Todavía no se sabe quién fue. 

El poema se llama “Lisiada” y forma parte de Me proclamo disca, me corono renga, su primer libro, que tras algunas demoras propias de la pandemia de coronavirus, se presentó en marzo último –con asesoramiento astrológico– y fue declarado de interés municipal en la última sesión del Concejo rosarino, hace nueve días. 

Foto: Guillermo Pighin / Iluminación: Virginia Stiefel / Maquillaje: Victoria Strick / Estilismo: Javier Travesani

El libro comenzó como un diario de internación, salvavidas durante el largo proceso de reaprender todo otra vez. Todo, todo. El golpe le provocó una parálisis parcial de su cuerpo que por un tiempo la hizo moverse en silla de ruedas, hoy con bastones.

Sin embargo, el libro terminó en proclama colectiva contra un mundo poco ideal. Contra una ciudad que no está preparada para las personas que se mueven distinto. Que no admite la diversidad funcional. Un libro, en fin, profundamente político.

“La idea mutó porque empezaron a darse otras reflexiones”, contó Travesani, en contacto con Rosario3. Hay un registro íntimo, en primera persona –“cómo llego a ser renga”–, pero no es el único. Hay relatos e ilustraciones de otras personas con discapacidad. En total, participaron 31 personas.

Los textos se cosen con un mismo hilo: visibilizar y desromantizar. “Hay que romper con esta idea de que tengo que inspirarte con mi vida”, advirtió.

Mi mamboleo corporal, les desencaja, les atrapa, se sienten con suerte al verme (Lisiada)

“Yo era parte de ese grupo de personas, que invisibilizaba y negaba la discapacidad, no por maldad, sino porque nos criamos en una sociedad capacitista –observó–. Me costó encontrarme mucho en mi nueva identidad o esta nueva parte que es la discapacidad, lo disca, lo renga, me llevó un proceso muy profundo, muy doloroso”.

Una piel tallada por tempestades, la he retorcido, añadido y quitado, otras veces la he bordado, tachado y escrito. La he aborrecido (Piel)

El error, continuó, es pensar que la discapacidad es una cuestión individual cuando es una construcción social y radica en la interacción de nuestras corporalidades diversas con las barreras del entorno.

Mi piel a veces porosa, y otras tantas una seda, veo los varios matices que posee. He aquí la tragedia más hermosa, nada se rompe porque sí (Lisiada)

El libro empezó diario íntimo, terminó en proclama disca, renga, política, feminista, cruda, colorida, amorosa y colectiva.