Los abuelos, que antes cuidaban a sus nietos durante el fin de semana o armaban barriletes para pasar el rato con los más pequeños de la familia, desde hace ya un tiempo pasaron a tener esto como una parte activa del día a día: están en las puertas de los colegios aguardando la salida, en las paradas de los colectivos sosteniendo mochilas, camperas y manos, en los actos escolares, en los cumpleaños de los compañeros de escuela. Preparan el almuerzo y a veces también la merienda, van a la práctica de fútbol, a la clase de danza, ayudan a hacer la tarea y preparan viandas para el día siguiente. 

Pero la mayoría de ellos no cobra dinero por todas esas actividades a las que distintos profesionales apodaron “trabajo invisible”. Incluso, de la última Encuesta Nacional de Calidad de Vida de los Adultos Mayores publicada por Indec surgió que el 27,1 por ciento de mujeres adultas argentinas -número que aumentó al 34 por ciento en mujeres entre 60 y 74 años- cuidan a diario de niños de su entorno familiar sin percibir remuneración. 

En este sentido, ese mismo informe precisa que el 17,8 por ciento de los entrevistados respondieron que se hacen cargo a diario de algún menor de la familia sin nada a cambio. Una vez más, la carga de las tareas de cuidado recae más en ellas que en ellos. Por costumbre, comodidad o crisis económica, abuelas y abuelos se transformaron en niñeros o transportadores de nietos. Pero, ¿quieren transitar el abuelazgo de esa forma? ¿Deben poner límites a los excesos y cobrar por las tareas de cuidado que recae sobre sus espaldas? 

Nuevas vejeces contra viejos conceptos

Según la Organización Mundial de la Salud, en las últimas cinco décadas, la expectativa de vida en América Latina se afianzó un 25 por ciento. En Argentina, las estadísticas del Barómetro de la Deuda Social con las Personas Mayores de la UCA exponen que hay 7 millones de personas con más de 60 años, de las cuales el 57 por ciento son mujeres y el 43 por ciento varones. Además, advierte que para el año 2030 se espera que haya más personas mayores de 60 años que menores de 15. 

El dato más relevante es que esas vejeces cambiaron. Las personas llegan a transitar la etapa más larga de la vida de forma activa, deseantes e independientes. Viajan, van al cine, hacen yoga, salen a bailar, se juntan con amigos, mantienen relaciones sexoafectivas y se organizan para de forma colectiva manifestarse por sus derechos y poner el buen vivir en la agenda política. La marea plateada exige entre muchas otras cosas, el reconocimiento de las tareas de cuidado. Aman a sus nietos, pero ya no cancelan planes para quedarse en casa a cuidarlos porque consideran que esa es responsabilidad de otros. 

¿Podrían los padres trabajar sin el apoyo de los abuelos? 

Hace unos meses, volvió a ser viral una conversación entre madre e hija donde una joven de 29 años le preguntó a su mamá si podía cuidar de su hijo recién nacido mientras ella y su marido continuaban trabajando para pagar deudas y mudarse. El mensaje de la abuela sorprendió a más de un internauta: “Lo amo, pero no soy una guardería”. La propuesta de la mujer de 64 años fue que tanto su hija como su yerno le paguen una determinada suma de dinero. En ese caso, aceptaría el trabajo. 

Hubo comentarios de dos tipos. Por un lado, aquellos que se sorprendieron por la idea de pedir dinero para cuidar de su nieto porque el amor está primero y las finanzas después. Pero otros usuarios respaldaron la decisión de la mujer mayor y aseguraron que ningún abuelo tiene la obligación de hacerse cargo de sus nietos y menos, gratis. Cintia, Ramiro y Sabrina son solo tres ejemplos de esta nueva generación de padres que apuestan a reivindicar las tareas de cuidado que realizan sus progenitores. 

"La amo pero no soy una guardería", la frase de una abuela que instaló la polémica.

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Cintia es mamá de tres niños de 9, 6 y 3 años. Además, es enfermera feriante. Los lunes, por ejemplo, cuando las rutinas de los pequeños comienzan, ella regresa a su casa a las 7.30 am, arrastrando el cansancio de largas horas sin dormir. Su mamá es jubilada, vive sola y hasta hace dos años cuidaba ocasionalmente personas para llegar a fin de mes. El poco tiempo libre que tenía lo usaba en sus nietos para escaparle a la soledad.

“Ese trabajo no era fijo y además implicaba demasiado esfuerzo y yo necesitaba a alguien que me ayude en casa”, comentó Cintia a Rosario3. Fue entonces cuando le hizo a su mamá un trato: “Te pago por cocinar todos los mediodías y ayudarme a preparar a los chicos para ir a la escuela”. 

Desde entonces, almuerzan los cinco juntos y resuelven las ausencias y el disgusto de no llegar a pagar el alquiler, los impuestos y la larga lista de etcéteras. Al ser consultada sobre qué piensa su entorno al respecto, Cintia comentó que entre sus colegas son muchos los que remuneran las tareas de cuidado que realizan los familiares. 

Tal es el caso de Germán, de 34 años, también enfermero. En la actualidad, tiene tres trabajos. Policlínico Pami I, en Sies en la parte de repartición provincial del servicio de ambulancias y en protocolos de investigación oncológica en sanatorio Parque. Además, es papá de Ramiro, de 7 años. 

La cantidad de horas que trabaja y su reciente separación, le demanda la necesidad de una persona que realiza tareas de cuidado. Hasta hace un mes, su madre de 75 años tenía trabajo. Pero fue despedida. Así surgió el contrato de ser abuela, pero también cuidadora de su propio nieto y recibir una remuneración a cambio. 

“Por una cuestión de conveniencia para ella y también para el nene, por la confianza y los hábitos de ser cuidado por una persona que ya conoce, acordamos que ella se quede durante la mañana con él, y a cambio de eso, le pago”, contó el profesional de la salud. 

Ramiro vive con su papá y los fines de semana cuando le toca visitar la casa de su mamá también queda ocasionalmente y dependiendo de los turnos laborales de ella, a cuidado de su abuela materna, a quien también se le abona por las tareas. 

Sabrina, en cambio, es periodista. Mamá de Estela de 5 y Vicente de 9. Con su compañero Luciano tienen distintos horarios. Él era el encargado de llevar a los niños al preescolar y al colegio y luego volvían en un servicio de transporte privado.  

Pero eso cambió porque a una semana de comenzar el actual ciclo lectivo, el abuelo paterno, que está jubilado pero continuaba trabajando porque el dinero de las pensiones no es suficiente, fue despedido. Después de charlarlo entre la pareja, Luciano decidió proponerle un nuevo trabajo a su papá: ser el chofer de sus nietos. 

“Le gustó la idea. Entonces él ahora va a buscar a los dos a la escuela, a Vito y Estela, y le damos el dinero que antes estaba destinado a la trafic”, comentó Sabrina, que además apuntó que “las tareas de cuidado requieren esfuerzo y un costo económico” independientemente de quién las realice sea el abuelo o la abuela.